2,5 millones de personas -principalmente de África, de Asia y de América Central- se alimentan cotidianamente de insectos. Se tiende a pensar que dicha población consume insectos principalmente para luchar contra el hambre y que simplemente no tienen otra alternativa. Es una percepción muchas veces sin fundamentos ya que los platos preparados por estos consumidores son justamente considerados como platos culinarios sabrosos, apetitoso e interesantes bajo un punto de vista nutricional. Esta costumbre culinaria no tiene necesariamente una relación con la falta de comida, comer insectos puede ser una elección muchas veces mal juzgada, pero es más bien una elección para sacar provecho de los bienes nutricionales que ellos aportan al organismo humano. Ya no es necesario insistir sobre las virtudes y ventajas relacionadas a la práctica de la entomofagia, los estudios realizados en las últimas décadas se dirigen hacia la misma conclusión: ¡alimentarse de insectos es bueno para la salud!
Actualmente es un hecho: los insectos comestibles tienen une cantidad fenomenal de nutrientes esenciales para el desarrollo del cuerpo humano. Proteínas, minerales, ácidos grasos esenciales y otras cualidades que nosotros presentaremos a continuación. Las proteínas: Todos lo sabemos, las proteínas son indispensables y vitales para el buen funcionamiento del organismo. Ellas permiten particularmente la construcción, la reparación y la renovación de nuestras funciones biológicas. Los insectos las poseen en abundancia. Por ejemplo, si tomamos el caso del grillo comestible, este contiene 3 veces más de proteínas que la carne de vacuno en peso igualitario. 100 g de grillo aporta más de la mitad de la cantidad de proteínas necesarias diariamente para un adulto de 70 Kl. El valor energético de los insectos -proteínas más materias grasas- puede llegar a ser hasta 5 veces más elevado. Una decena de langostas cocidas, sea 20 gramos, ¡corresponde al valor energético de un biftec de 110 gramos!
Para conservar un metabolismo equilibrado, debe haber un aporte regular y suficiente de vitaminas. Entre las principales, la vitamina B1 permite el buen funcionamiento del sistema nervioso y de los músculos; la vitamina B2 cumple un rol fundamental en la transformación de alimentos simples en energía. Del mismo modo, la vitamina B3 es la responsable de la formación de los glóbulos rojos, del funcionamiento de la circulación sanguínea, de llevar el oxígeno a las células, del funcionamiento del sistema digestivo y del sistema nervioso. Ella es también necesaria para la síntesis de hormonas sexuales y para la producción de neurotransmisores.
Igualmente esenciales para nuestro organismo, podemos encontrar grandes aportes de minerales en los insectos, representados bajo la forma de calcio, hierro, zinc y fosforo. Le calcio es el principal componente de los huesos y dientes. También cumple un rol importante para evitar la coagulación de la sangre, para regular la presión sanguínea y la contracción de músculos, por ejemplo del corazón. Le fierro es esencial para la oxigenación y la formación de glóbulos rojos en la sangre. Le zinc es un aporte para el crecimiento y desarrollo del organismo y del sistema inmunológico (particularmente la cicatrización). Respecto al fosforo, el ayuda a la formación y buena salud de los huesos, dientes y de la sangre; participa también en el crecimiento y regeneración de los tejidos y contribuye a la regulación del PH a un nivel normal.
El organismo humano no es capaz de crear por si solo los ácidos grasos esenciales. Él debe imperativamente encontrar estos ácidos en la alimentación diaria o en suplementos alimenticios. Los insectos poseen uno de estos ácidos grasos esenciales: el ácido oleico, de tipo omega 6, que interviene en la fabricación de membranas celulares. La gran parte de los insectos comestibles contienen estas cualidades nutricionales. Por ejemplo podemos tomar el caso de las larvas de abejas que contienen un alto aporte de vitamina D. En términos de nutrientes, ¡una tarántula tostada es el equivalente de un steak de carne roja! El contenido en fibras de los insectos es más elevado que el de las carnes tradicionales y se puede comparar al de las legumbres. La carne de saltamontes, langostas u hormigas tienen tasas de lípidos inferiores a 5% y contienen una alta fuente de proteínas; ¡instalándolos en una buena posición para los adeptos de las dietas alimenticias! Las termitas, gusanos de harina y otras larvas mucho más ricas en aportes energéticos serían altamente benéficas en la alimentación cotidiana de poblaciones con problemas de desnutrición.
Es importante recordar que las comidas elaboradas a partir de insectos son conformes a las normas de referencias alimenticias establecidas por la FAO (Food and Agriculture Organization) de Naciones Unidas, la OMS (Organisation Mundial de la Salud) y de la UNU (United Nations University).
Principalmente en Europa, los insectos comestibles inspiran generalmente desconfianza, miedo o incluso asco. Nuestra educación y cultura nos lleva a desconsiderar su interés culinario, mientras que ellos representan una fuente alimenticia que podría ser altamente provechosa para todos, y así responderíamos a las exigencias relacionadas a la evolución demográfica. La comunidad científica es unánime: los insectos podrían ser la solución a las necesidades nutricionales de la humanidad en un no lejano fututo. Aún falta un largo camino por recorrer para crear conciencia de que la comida a base de insectos aporta los nutrientes esenciales y necesarios para el organismo. El detalle estético en los platos y la necesidad de alimentarse terminaran por enseñar a lo refractores a deleitarse con los grillos crujientes al horno acompañados de salsa ligeramente condimentada o con tostadas de larvas de abejas salteadas a la mantequilla con gotas de miel (sabor parecido al tocino). Cuando un plato es agradable al paladar y bueno para la salud, no hay ninguna razón para privarse, siga el movimiento entomófago.